Tanto en Chile como en el extranjero, hemos sido testigos de diversos eventos que evidenciaron la sensibilidad de los sistemas eléctricos. A nivel país, los frentes climáticos en la zona centro-sur no solo dejaron secuelas materiales, sino que también produjeron interrupciones en el suministro de energía. A fines de abril, una falla técnica provocó un apagón generalizado en España y Portugal dejando a millones de usuarios sin electricidad, llevando a los países afectados a exigir a la Comisión Europea una mejora urgente en la interconexión eléctrica a nivel continental.
Dichas situaciones nos invitan a reflexionar y sumar aprendizajes para aplicarlos a nivel local, a la vez que dejan en evidencia la importancia de avanzar hacia la descarbonización sin dejar de lado la necesidad de fortalecer la resiliencia de nuestras operaciones. Porque la eficiencia energética no solo trata de reducir consumos y costos, también cumple un rol clave en asegurar la continuidad operacional de las grandes industrias.
En el ámbito de la transición energética, Chile avanza con fuerza, consolidándose como un referente en el uso de energías limpias en Latinoamérica. Así lo demuestra el informe de la Asociación Chilena de Energías Renovables y Almacenamiento (ACERA), presentado en enero 2025, que señala que la inversión en energías renovables ha experimentado un crecimiento del 231% en 2024.
A lo anterior, se suma una participación del 40,4% en la generación total, y un aumento del 10,9% respecto de 2023 (31.059,1 GWh) en la generación de energía renovable no convencional, donde la tecnología solar tuvo mayor preponderancia, con 18.612,9 GWh, mientras la generación eólica alcanzó los 11.083,0 GWh, según el Reporte Anual de Desempeño del Sistema Eléctrico Nacional, publicado por el Coordinador Eléctrico Nacional. Sin embargo, aún existen retos en infraestructura, costos y reformas estructurales que determinarán nuestra capacidad para consolidar un sistema eléctrico resiliente y sostenible.
¿Cómo enfrentarlos? Una medida central es entender que no basta con diversificar la matriz. Es fundamental que las empresas e instituciones adopten un enfoque preventivo e integral en su gestión energética, donde algunas medidas estratégicas incluyen sistemas de respaldo como baterías, generadores y paneles solares con almacenamiento, que aseguran continuidad operativa en situaciones críticas; equipos de alto rendimiento energético, que permiten extender la autonomía de los sistemas y reducir el consumo en condiciones de estrés eléctrico y sistemas de monitoreo inteligente que ayudan a identificar fugas de energía, oportunidades de mejora y optimización en tiempo real.
En ese contexto, es clave que entendamos la eficiencia energética no como una mera meta ambiental, sino como una inversión estratégica que aumenta la autonomía, mejora la respuesta ante eventos extremos y fortalece la sostenibilidad operativa a nivel país. En el Mes del Medioambiente, la invitación es a anticiparnos, innovar y liderar con responsabilidad el camino hacia una matriz energética más limpia, resiliente y preparada para los desafíos del futuro.
Natali Montes
Líder de eficiencia energética y sostenibilidad